¡Buenos días! Hoy es martes de la XXVII semana del tiempo ordinario. San Francisco de Asís (4 de Octubre)
«María, escuchaba su palabra». San Lucas 10, 38-42
#EvangelioDeHoy
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Primera Lectura
Hermanos:
Habéis oído hablar de mi pasada conducta en el judaísmo:
con qué saña perseguía a la Iglesia de Dios y la asolaba, y aventajaba en el judaísmo a muchos de mi edad y de mi raza como defensor muy celoso de las tradiciones de mis antepasados.
Pero, cuando aquel que me escogió desde el seno de mi madre y me llamó por su gracia, se dignó revelar a su Hijo en mí para que lo anunciara entre los gentiles, no consulté con hombres ni subí a Jerusalén a ver a los apóstoles anteriores a mí, sino que, enseguida, me fui a Arabia, y volví a Damasco.
Después, pasados tres años, subí a Jerusalén para conocer a Cefas, y permanecí quince días con él. De los otros apóstoles no vi a ninguno, sino a Santiago, el hermano del Señor. Dios es testigo de que no miento en lo que os escribo. Después fui a las regiones de Siria y de Cilicia. Personalmente yo era un desconocido para las iglesias de Cristo que hay en Judea; solo habían oído decir que el que antes los perseguía anuncia ahora la fe que antes intentaba destruir; y glorificaban a Dios por causa mía.
Señor, tú me sondeas y me conoces.
Me conoces cuando me siento o me levanto,
de lejos penetras mis pensamientos;
distingues mi camino y mi descanso,
todas mis sendas te son familiares. R/.
Tú has creado mis entrañas,
me has tejido en el seno materno.
Te doy gracias, porque me has plasmado portentosamente,
porque son admirables tus obras. R/.
Mi alma lo reconoce agradecida,
no desconocías mis huesos.
Cuando, en lo oculto, me iba formando,
y entretejiendo en lo profundo de la tierra. R/.
Salmo
Segunda Lectura
Querido hermano:
Te recuerdo que reavives el don de Dios que hay en ti por la imposición de mis manos, pues Dios no nos ha dado un espíritu de cobardía, sino de fortaleza, de amor y de templanza. Así pues, no te avergüences del testimonio de nuestro Señor ni de mí, su prisionero; antes bien, toma parte en los padecimientos por el Evangelio, según la fuerza de Dios.
Ten por modelo las palabras sanas que has oído de mí en la fe y el amor que tienen su fundamento en Cristo Jesús. Vela por el precioso depósito con la ayuda del Espíritu Santo que habita en nosotros.
En aquel tiempo, entró Jesús en una aldea, y una mujer llamada Marta lo recibió en su casa.
Esta tenía una hermana llamada María, que, sentada junto a los pies del Señor, escuchaba su palabra.
Marta, en cambio, andaba muy afanada con los muchos servicios; hasta que, acercándose, dijo:
«Señor, ¿no te importa que mi hermana me haya dejado sola para servir? Dile que me eche una mano».
Respondiendo, le dijo el Señor:
«Marta, Marta, andas inquieta y preocupada con muchas cosas; solo una es necesaria. María, pues, ha escogido la parte mejor, y no le será quitada».
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